Una de las declaraciones más conocidas de Jesús, es la que encontramos en Mateo 7:1: “No juzguéis para que no seáis juzgados.” Lamentablemente, estas palabras no siempre son citadas con la misma intención y significado con que el Señor Jesucristo las pronunció en el Sermón del Monte. Alguien dijo una vez, y con sobrada razón, que un texto fuera de contexto se convierte en un pretexto. Y si algo viene a ser evidente al considerar el contexto en que estas palabras fueron pronunciadas, es que no debemos entenderlas como una prohibición absoluta de pasar juicio sobre las acciones y creencias de los demás. Inmediatamente después de esta declaración, el Señor Jesucristo advierte a sus discípulos que no debían dar lo santo a los perros ni echar sus perlas a los puercos, refiriéndose al hecho de que hay ciertas contextos en los que podría ser contraproducente compartir el evangelio (Mateo 7:6). Un poco más adelante exhorta a su auditorio a entrar por la puerta estrecha que lleva a la salvación, en vez de escoger la puerta ancha de un pseudo cristianismo que evade las demandas de la fe y el arrepentimiento (Mateo 7:13-14). E inmediatamente después el Señor pronuncia su advertencia contra los falsos profetas “que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mateo 7:15-16).
Todas estas advertencias presuponen la capacidad de discriminar entre la verdad y el error, la virtud y el vicio, la justicia y la injusticia; nos llaman a pasar juicio sobre las creencias, el carácter y la conducta, tanto de nosotros como de otros. Lo que Jesús prohíbe en Mateo 7:1 es que pasemos juicio sobre los demás como lo hacían los fariseos: asumiendo una postura de superioridad, deseosos de encontrar faltas ajenas, enfatizando muchas veces cosas totalmente irrelevantes y completamente enceguecidos en cuanto a las faltas propias. De ahí las palabras que siguen a continuación: “¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?” (Mateo 7:3-4). Debemos sacar primero nuestra viga, pero no debemos anular nuestro discernimiento. El mismo Señor Jesucristo dice en otra ocasión: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio” (Juan 7:24). La capacidad para juzgar es un medio de protección del que no podemos prescindir.
Por Sugel Michelén
http://www.ibsj.org/articulos.php?ncategoria=9&id_art=99